Se dice que existe una Nación, cuando una comunidad de personas está unida por una misma historia, idioma, creencias, cultura, entre muchas otras cosas. Sin embargo, una Nación necesita organizarse a través de una estructura política institucional, en la que cada institución asuma determinadas funciones a favor de la Nación.
Pero también, es necesario que existan reglas a las cuales se obliguen todas aquellas personas que conforman una Nación y que permitan un orden jurídico adecuado. En tal sentido las naciones cuentan con una Constitución Política, un conjunto de leyes y un Poder Legislativo que las llevan a convivir en un estado derecho.
Finalmente, se requiere de un órgano jurisdiccional que imparta justicia cuando en esa Nación surgen divergencias o conflictos entre sus miembros. De esta manera, la actuación de sus integrantes responde a un orden jurídico preestablecido, las relaciones entre sus integrantes es civilizada y las resoluciones del órgano encargado de dictar justicia son previsibles.
Sólo cuando una Nación se organiza a través de instituciones sólidas, cuenta con ordenamiento constitucional y legal que fija las reglas de conducta de sus pobladores y existe un órgano jurisdiccional encargado de administrar justicia, podemos hablar de un Estado. Si las reglas a las que se somete esa Nación son las de entregar el poder político a algunos de sus integrantes en base a una elección libre y democrática para que “gobierne”, estaremos frente a un Estado democrático. No se debe confundir al Estado con el Gobierno, el primero es permanente, mientras que el segundo transitorio.
Es casualmente en ello que radica la importancia de que el Estado – es decir la Nación organizada – funcione adecuadamente y, consecuentemente, la población crea en las personas que se encargan de dirigir los destinos de la Nación en mérito a una correcta actuación dentro del Estado y en función a ello acaten sus disposiciones.
Lamentablemente, uno de los más graves problemas por los que atraviesa el país, es la debilidad institucional y política. Cuando se confunde a la opinión publica, indicándole que son las instituciones y no las personas que la dirigen quienes están mal, corremos el grave riesgo de desestabilizar al país, pues con esta mala apreciación se destruyen los cimientos del Estado.
Es hora de que todos entendamos que no podemos socavar nuestra institucionalidad y con ello debilitar al Estado. Durante las últimas décadas lo hemos venido minando permanentemente y es casualmente en este estado de confusión que surgen formulas anti-sistema, que en gran medida son formulas anti-Estado.
Si continuamos con este irresponsable accionar, podemos terminar llevando país a un “Estado de coma”.
1 comentario:
http://aprenderneobux.blogspot.com/2012/07/que-tal-amigos-en-este-post-les-quiero.html
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