Hace unos días se ha vuelto a plantear la necesidad de modificar nuestro sistema parlamentario, asumiendo un sistema bicameral, en reemplazo del vigente sistema unicameral. La propuesta ha sido formulada, esta vez, por el grupo parlamentario de Gobierno.
Más allá de que esta modificación conlleva a una reforma constitucional que en nuestro sistema parlamentario sólo es viable logrando un alto consenso político; es necesario revisar las bondades y debilidades de ambos sistemas.
El Congreso de la República del Perú a través de la historia ha adoptado indistintamente el sistema bicameral y el sistema unicameral. Así, hay épocas en las que ha tenido un parlamento bicameral, con cámara de diputados y cámara de senadores, y otras en la que ha estado bajo un sistema unicameral, como el que hoy tenemos. Como en todo, ambos sistemas tiene defensores y detractores.
Podemos mencionar como virtudes de la unicameralidad que es un sistema más expeditivo, eficaz, ágil en el trabajo parlamentario, asegurando una mayor producción legislativa. Fortalece al Congreso y sus miembros son elegidos por el sistema del distrito electoral múltiple, asegurando mayores dosis de representatividad. En Sudamérica, Perú, Ecuador y Venezuela tienen congresos unicamerales.
Los detractores de la unicameralidad señalan que las leyes aprobadas bajo este sistema son flojas, incoherentes y son producto de una vocación altamente localista sin visión macro, ésto debido a que los congresistas actúan como diputados que representan a sus jurisdicciones y no al País.
La unicameralidad, indican, es para países pequeños en población (menos de 13 millones de habitantes) y en el mundo sólo hay tan sólo once parlamentos unicamerales, tres de los cuales están dominados por un sólo partido, y el resto funciona en países pequeños, como Israel o Costa Rica.
En lo que se refiere al sistema bicameral (Cámara de Diputados y Cámara de Senadores), sus defensores señalan que tiene capacidad de revisar o repensar los proyectos, asegurando su calidad; en este sentido el Senado se convierte en una cámara reflexiva.
Asimismo, su funcionamiento no implica necesariamente un aumento significativo del presupuesto del parlamento y resuelve el problema de la subrepresentación, en la medida que permite conjugar dos variables: la representación territorial y la poblacional.
Por otro lado, se asegura una representación parlamentaria de mejor calidad y es un sistema mayoritario en la legislación comparada. En Sudamérica, Bolivia, Chile y Colombia tienen congresos de dos cámaras. Asimismo, se mejora el control político de las acciones de gobierno con dos cámaras.
Por último, disponer de un Senado de representación territorial en un Estado unitario descentralizado resulta indispensable, puesto que las regiones no son simples circunscripciones territoriales, sino comunidades con intereses, preocupaciones, aspiraciones y problemas propios.
Finalmente, los detractores del sistema bicameral señalan que este colisiona con la austeridad: a más congresistas, más gasto (más asesores, secretarias, conserjes, etc.); introduce sutilmente un principio de jerarquías entre congresistas: los senadores (más estatus) y los diputados (menos estatus) y la experiencia en el Perú demostraría que la calidad de las leyes no es necesariamente mejor con la bicameralidad.
Asimismo, este sistema no goza de la aprobación ciudadana, que lo ve como un gasto innecesario; acrecienta los riesgos de duplicidad de funciones, malgasto de esfuerzos, debate prolongado, y el consiguiente rechazo de la población a sus representantes.
Estos, entre otros, serán los argumentos que nuevamente se volverán a esgrimir cuando se reinicie el debate del cambio de sistema parlamentario en el Congreso de la República del Perú.
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