El significado de “patria” suele estar unido a connotaciones políticas o ideológicas, y por ello es objeto de diversas interpretaciones así como de uso propagandístico. “Patria o muerte” fue la divisa de la revolución cubana y, la verdad, cada vez que el Presidente mencionaba la palabra patria se me venía a la mente dicha consigna revolucionaria.
Llama la atención que el Presidente durante su discurso ante el Congreso haya mencionado durante varios pasajes la palabra patria, en vez de País, Nación o sencillamente Perú. Las frases más representativas fueron: “Hay patria para todos”; ¡Queremos Patria!; “Reivindicación de la patria”; “La patria constituye una aspiración al destino común”; “La patria es nuestra Historia común”; “Aspiración a una patria inclusiva”; y “Patria de oportunidades para todos”.
¿Casualidad, subconsciente o redactor de ideología castrista?.
Quizás más adelante descifremos este enigma. Pero hay otros términos que sería bueno el Presidente los aclare en algún momento. Repasemos algunos.
¿Igualdad?
La igualdad en una sociedad es tan utópica, como lo son hoy en día los países socialistas. Según dicha utopía, si uno es pobre todos tienen que ser pobres, para poder cumplir su mal llamado principio de “igualdad”. Frase célebre de la revolución cubana fue: "Si no hay café para todos, no habrá para nadie."
No entienden que el ser humano por naturaleza busca su progreso y que es en razón de ello que existen peruanos que se superan más que otros. Existe y siempre existirá desigualdad en una sociedad. Lo que corresponde al Estado es generar las condiciones para que todos tengan la posibilidad de aspirar a su desarrollo, no para que todos sean iguales.
¿Queremos un país de oportunidades para todos los peruanos? Pues creemos las condiciones para que la inversión privada llegue a los lugares más recónditos e invierta en carreteras, agua, energía eléctrica y telefonía y que el Estado se haga cargo de brindar seguridad, educación y salud adecuada.
¿Inclusión social?
Ese sonsonete “oenegero” de la inclusión social debe tratarse con pinzas. La inclusión social debe ser entendida como el derecho de todos a participar de los beneficios producto del desarrollo económico. Ello me parece perfecto. Pero de allí a pretender que la inclusión social conlleve a sustituir al Estado en la toma de decisiones, ya basta no?.
Fue durante el gobierno de Toledo que bajo el prurito de la inclusión social se inicio el sistemático proceso de debilitamiento de nuestro sistema político de democracia representativa. Democracia en la cual cada cinco investimos de poder político a un ciudadano a través de las elecciones generales para que nos represente en calidad de Presidente de la República y, por ende, sus decisiones de Estado nos obligan a todos.
Pero si continuamos debilitando ese poder político a través de la inclusión de grupos ciudadanos en la toma de decisiones de Estado, en poco tiempo ya no tendremos presidentes, sino encargados. Su poder de decisión estará tan mellado que perderán el poder político que es la esencia de los sistemas democráticos. Entonces a dónde habremos llegado?. Pues a lo que buscan quienes propician el debilitamiento de nuestro sistema: el socialismo de papel del siglo XIX.
¿Economía nacional de mercado?
Señor Presidente, en el país tenemos una “economía social de mercado”, no una “economía nacional de mercado”. No pretende Usted imponer modelos económicos tan desfasados en el tiempo como la Constitución del 79, a la que desatinadamente invocó durante su juramentación.
No estamos para volver al triste episodio de las empresas públicas, que ocasionaron miles de millones en pérdidas y sólo sirvieron para engrosar planillas partidarias a costo de todos los peruanos y en perjuicio del gasto social.
Es por ello que nuestra Constitución establece el tan mentado principio de subsidiariedad. El principio de subsidiariedad establece que el Estado interviene en el mercado haciendo empresa, sólo en los espacios en los que el sector privado no está presente para satisfacer las necesidades de la ciudadanía.
Al Estado le corresponde dictar las políticas de Estado, fijar las reglas de juego y regular a los distintos actores privados. No le corresponde competir con el privado, sino complementar su trabajo.
No pretendo con esto desmerecer el discurso presidencial, que a mi modo de ver - más allá de estos mensajillos “socialistoides” que parecerían estar dirigidos a contentar a parte de la platea - tuvo cierta claridad respecto al rol que le corresponderá al Estado como promotor de la inversión privada, respetuoso de los Acuerdos Comerciales y generador de desarrollo social en el área social, educativa y de salud.
Pero, Señor Presidente, es mejor tener un solo discurso que marque el camino, a tener un discurso con dos caminos. El primero da un mensaje claro del derrotero que seguirá el país y el segundo lleva a ambigüedades que a la postre sólo genera descontento en todos los sectores de la población.
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