El “ruido” político en Perú está muy alto. Sus elevados decibeles no permiten escuchar el ritmo de una agradable macro-economía con superávit fiscal, niveles récord de reservas y elevados ingresos por exportaciones.
La estridencia política representa una contaminación auditiva para el clima de los negocios y rompe los tímpanos de los agentes económicos, desalentando las inversiones necesarias para el desarrollo de la actividad productiva, para el crecimiento de la economía y para el cumplimiento de las obligaciones pactadas.
La estridencia política representa una contaminación auditiva para el clima de los negocios y rompe los tímpanos de los agentes económicos, desalentando las inversiones necesarias para el desarrollo de la actividad productiva, para el crecimiento de la economía y para el cumplimiento de las obligaciones pactadas.
Lamentablemente nuestros actores políticos, gremios empresariales y analistas políticos - económicos están contribuyendo de manera irresponsable a generar o acrecentar dicho ruido. Es hora de que se separe la economía del discurso político. Ambos análisis deben realizarse por cuerdas separadas.
Estamos frente a un proceso electoral y - como en cualquier país del mundo - en coyuntura electoral se puede producir una especie de parálisis en la economía. Sin embargo, ante los aterradores pronósticos de quienes de manera irresponsable están trasladando sus preocupaciones políticas a la economía, se está empezando a poner en duda la solidez económica del país.
Ahora que se están firmando acuerdos políticos de cara a la segunda vuelta electoral, es necesario que se contemple un acuerdo en virtud del cual los contendores - luego de suscritos los acuerdos correspondientes - se comprometan a moderar sus discursos en torno a los temas económicos, de tal manera que se evite que éstos puedan afectar los logros económicos alcanzados.
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