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jueves, 14 de octubre de 2010

Lo bueno, lo malo y lo feo...

Hace dos semanas todos los peruanos mayores de edad acudimos a las urnas a expresar, a través del voto, nuestra simpatía por el candidato o candidata que consideramos la mejor opción para gobernar la ciudad de Lima. Terminó el proceso electoral – bueno al menos el acto de sufragio - y es conveniente evaluar lo bueno, lo malo y lo feo de este tramo de la contienda electoral.

Frente a más de una docena de candidatos a la Alcaldía de la Municipalidad de Lima Metropolitana, los ciudadanos de Lima optamos mayoritariamente por dos mujeres y aquí viene el primer aspecto que me parece relevante. Ha quedado demostrado que banderita de la discriminación por género, al menos en la política, sólo existe en la cabeza de un grupito de ONGs.

Otro aspecto relevante es que la ciudadanía ha tenido una participación mucho más activa que en otros procesos electorales y eso es bueno para el sistema político y la democracia en general.

Pero quizás una de las mejores cosas que ha dejado este proceso electoral, es que al parecer millones de limeños han comenzado a ubicarse en la posición política tradicional que más les acomoda: derecha o izquierda. Este sinceramiento político puede marcar el inicio de la consolidación de partidos políticos, dejando de lado el caudillismo imperante durante las últimas décadas.

Desde esta perspectiva, la polarización parecería que vuelve a formar parte definitoria en la vida política. La ciudadanía en cierta forma tomó la iniciativa y se estaría empezando a definir políticamente. Corresponde ahora a los partidos dejarse de medias tintas y definirse políticamente, dejando de lado posiciones ambiguas de centro, centro izquierda, centro derecha.

Pero también hay cosas malas. Quizás la más importante fue la inexplicable inacción del Jurado Nacional de Elecciones ante atentados contra el proceso electoral y por ende la democracia. O es que el máximo ente electoral considera que la divulgación de audios obtenidos ilegalmente, con la clara intención de manipular la voluntad popular, no constituye un atentado contra la limpieza del proceso y la democracia.

Por otro lado, es totalmente reprochable el penoso papel que ha cumplido parte de la prensa. Luego estos mismos medios de comunicación – felizmente no son la mayoría – se constituyen en los abanderados de la autoregulación, cuando ha quedado demostrado que no existe la mas mínima intención de hacerlo.

Durante más de dos meses la violencia electoral no ha surgido de las candidatas o candidatos, sino de algunos medios de comunicación, ante la pasividad de un órgano electoral que más parecía un observador que el fiscalizador del proceso electoral.

Si a esto le sumamos que el Jurado Nacional de Elecciones no ha tenido la mas mínima diligencia al verificar la información consignada por los candidatos en sus hojas de vida, concluiremos que ha llegado la hora de poner las barbas en remojo y cambiar lo que haya que cambiar. La falta de transparencia en los datos personales consignados por los candidatos sumados a la pasividad del Jurado Electoral, llevan a que el electorado sea fácilmente burlado.

Finalmente, el rol de las encuestadoras es totalmente cuestionable. No es posible que estas empresas se hayan constituido en parte del proceso electoral, desinformando u manipulando a la población en su intención de voto; sin que exista el mínimo control por parte del Estado. Y en este caso el Estado opera nuevamente a través del Jurado Nacional de Elecciones.

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